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El extraño caso del eyaculador feroz (I)

Aunque no lo crean soy una persona bastante normal. No se me ocurre nada especialmente relevante que contarles: trabajo como auxiliar administrativo en una gran empresa, a diario apenas me queda tiempo para ir a un gimnasio que pago religiosamente desde hace 5 años al que nunca voy porque termino viendo la televisión hasta quedarme dormido en el sofa cuando llego. Con casi treinta años vivo solo, de alquiler, en un amplio piso de 40 metros cuadrados a las afueras de Madrid. Los fines de semana intento hacer planes de ocio deportivo pero luego termino en el bar de siempre tomando cañas con los que puedo decir que son mis amigos para después, con los que aun seguimos sin compromiso, salir de caza.

La verdad, tampoco había nada destacable en esta afición porque no solía conseguir nada. Hasta hace tres meses.

Nunca había tenido especial suerte con las mujeres. Todo parecía empezar bien, muchas risas, muchas miradas cruzadas pero al final volvía solo a casa. Jugamos como nunca, perdimos como siempre.

Pero eso cambio.

Hace aproximadamente tres meses conocí a una mujer con la que conecte bastante bien. Al final de la noche estábamos en su casa, desnudos, haciendo el amor, bueno, follando como el alcohol nos permitía hacerlo.
Al terminar ella rompió a llorar.

No supe como tomármelo. Me asuste, creí que no nos habíamos entendido, que la había forzado a hacer algo que no quería, o que tenia una pareja, o que le había hecho daño, o que era una devota cristiana. Por eso le pregunte, ¿Por qué lloras?

Soy tan feliz ahora mismo que sé que jamás volveré a serlo tanto.

Esa afirmación me provoco un sentimiento agridulce, era halagador a la vez que me hacia ver que seria difícil complacerla en ocasiones posteriores.

No dije nada, sencillamente la abrace hasta quedarnos dormidos. A la mañana siguiente, desayunamos tranquilamente y nos despedimos, prometiéndonos vernos durante la semana.

Yo le llame la noche siguiente, y no tuve respuesta. Tampoco respondió al SMS. Ni la noche siguiente a mi llamada. Ni al SMS. Así, durante un mes, un tiempo prudencial para obtener cualquier tipo de respuesta. Llegado ese momento borre su móvil de mi agenda.

No terminaba de entenderlo, pero imagine que tendría pareja, o se arrepintió a la mañana siguiente al verme. No lo se.

Al cabo de un mes, volví a conocer a otra mujer. Y como es habitual, tras una noche de devaneos terminamos follando en su casa. Y al terminar, ella rompió a llorar.

Otra vez. Creo que es la primera vez que sentí un Deja Vú tan extraño.

Y otra vez la misma pregunta: ¿Por qué lloras?

Y otra vez la misma respuesta: Porque soy tan feliz ahora que no quiero dejar de serlo.

No respondí. Estaba tan sorprendido que me quede transpuesto hasta quedarme dormido. Por la mañana, ella se marchó a trabajar y en una nota prometió llamarme.

Yo, en la oficina, pregunte a mis compañeras si solían llorar después de hacer el amor. Algunas me contestaron que si, de pena por quedarse a medias, o de risa al ver el tamaño del compañero. No era la respuesta que quería oír así que las pregunte claramente: ¿habéis llorado alguna vez después de follar porque os sentís tan felices que sabéis que nunca volveréis a sentiros así?

A parte de carcajadas, y palmaditas en la espalda de campeón, no conseguí una respuesta que me aclarase algo. Les pregunte si les sonaba de alguna de esas revistas de mujeres, y ellas no hacían que preguntarme que quien me había dicho eso, que donde la había conocido, que como era, que si hacia mucho que no follaba, que si era su primera vez… ganas de chismorreo de administrativos mal pagados.

Paso esa semana y la segunda mujer no respondía a mis llamadas ni a mis mensajes. Dos semanas. Tres semanas y al final de la cuarta borre su numero de la agenda. Que raro, otra vez igual.

Pensé en ir a su casa. Pero preferí respetar su intimidad que aparecer allí y encontrarme con un marido, un novio, o un hijo de 3 años.

Otro fin de semana, otra mujer, otro polvo, otra llorera, otra pregunta, otra respuesta:

“Porque creo que no voy a volver a sentirme tan a gusto nunca”

Sinceramente, ni preste atención esta vez. Me deje caer a los mundos del sueño sin apenas esforzarme en que se sintiese cómoda al lado mió. quería que supiese que soy un tío normal, de los de polvo y cigarrito, de los de quedamos para ir al cine pero mejor nos quedamos en tu casa y te como el coño. Pero el teléfono seguía sin dar respuesta.

Al cabo de un par de semana un inspector de la policía municipal apareció en mi trabajo, y en la sala de personal me hizo unas pocas preguntas informales. Si se tratase de un interrogatorio, me explico, debía hacerse en la comisaría respetando las garantías procesales. Me enseño una fotografía. Era la primera chica.

Se había suicidado. Me pregunto si la conocía. Le respondí que si, que una noche nos conocimos y follamos pero que no volví a saber de ella. El dijo que en su teléfono tenia SMS y llamadas perdidas mías. Le dije que si, que le había llamado y escrito esos mensajes pero que ella nunca me había contestado.

Me dio las gracias, me dijo que no me preocupase y que si se me ocurría por qué se había suicidado, les llamase a su numero de extensión de su comisaría. Le pregunte si no había nota de su suicidio. Me dijo que no me podía dar esa información, a lo que le conteste que quizás me ayudase a recordar algún detalle. El me dijo que era una frase:

“Solo quiero volver a sentirme feliz”

Esa frase me desconcertó porque me recordaba a la que a mi me había dicho, cosa que no le dije al inspector, pero podría referirse a cualquier cosa, a cualquier persona, o a cualquier situación anterior o posterior a la noche que paso conmigo.

Estuve un tiempo sin saber que hacer. Si llamar al inspector para decirle lo que me ocurrió, lo que podría envolverme en una maraña legal e incluso, acabar inculpado por un abogado de oficio con ganas de ganar medallas. O seguir con mi vida, sin prestar atención a la muerte de una desconocida con la que follé.

Al cabo de una semana volví a ver al inspector, esta vez en mi casa. Le pregunte si habían averiguado algo de aquella chica y me dijo que no, me enseño una nueva foto. Era la chica con la que estuve después. Me pregunto que si la conocía, le dije que si, que era algo muy parecido a la anterior chica, conocernos, follar y no volver a saber nada de ella. Le pregunte si se conocían entre ellas, el me dijo que no. Le pregunte entonces por qué me preguntaba por ella.

Ella también se había suicidado.

Me quede sin habla. No por que me importase realmente su muerte, que me importa como la de cualquier otro ser humano, si no porque ví una relación causa-efecto en la que yo estaba en medio.

El no dijo nada, y se quedo callado mirando. Me pregunto si podía acompañarle a la comisaría. Le dije que si, claro que si, que iba a ir al cine pero que prefería ir a la comisaría.

Las comisarías se parecen mas a las salas de espera de un ambulatorio que a las comisarías de las películas norteamericanas. No hay donuts, ni prostitutas detenidas, ni negros intentando zafarse de 4 policías. Solo vagabundos, borrachos, y japoneses a los que han robado el equipo fotográfico. Estuve esperando alrededor de dos horas hasta que por fin, me llamaron para realizar el interrogatorio. parecía que era yo quien quería que le interrogasen y no ellos quienes querían interrogarme.

Me hicieron sentarme en una silla, bastante cómoda, el inspector al que ya conocía, junto con dos policías de uniforme, se sentaron delante. Empezaron a leerme una parrafada legal en la que protegían mis derechos, lo suyos, los del Estado y no se que mas porque deje de prestar atención. Cuando hubo terminado, me pidió que le explicase a quien era y a que me dedicaba. parecía una entrevista de trabajo. después me pregunto por la primera chica, le respondí exactamente lo mismo que la primera vez que nos vimos. después me pregunto por la segunda chica, le respondí exactamente lo mismo que la segunda vez que nos vimos. El me pregunta que relación veía yo entre ellas, y le dije que había follado con ambas y que se habían suicidado al cabo de un tiempo, nada mas.

El se recostó sobre la silla y me miro fijamente. Me dijo que estaba en una situación complicada, porque el ministerio fiscal podría acusarme de inducción al suicidio. Yo le dije que no entendía nada que significaba eso. El me explico que se podría deducir, que ellas se habían suicidado porque yo se lo dije. Yo me asuste, empecé a gritarle y los policías de uniforme me sentaron bruscamente de nuevo en la silla. Pedí perdón, e intente explicar que con ninguna de ellas habíamos hablado de suicidio, ni siquiera de nada triste, que lo único que hable con ellas fueron las típicas conversaciones que no llevan a ninguna parte, a ninguna que no sea acabar follando esa misma noche. El sonrió, yo sonreí, pero los agentes de uniforme no. Me dijo que me podía ir. Que ya me llamaría.

Yo me marche asustado. Vagabundee por el centro. No quería ir a ningún sitio. Sonó mi móvil, un amigo. Colgué y apagué el móvil. No quería hablar con nadie de esto, ni estar con nadie, solo quería estar tranquilo como siempre. Una vida anodina y monótona. Sin nada especial, sin nada en particular, solo lo de siempre, lo de todos los días, lo de cualquier día.

Me canse de andar y me senté en un banco. Era un boulevard poco transitado, estaba a gusto allí. conseguí no pensar en nada. Hasta que la vi. Al otro lado del boulevard. Andando por la acera, con pasos dudosos, era la tercera chica que se puso a llorar después de follar. Me levante y la seguí desde el boulevard. No dije nada, solo la seguía. parecía que no estaba bien, o iba borracha, o colocada, o tenia mal la rodilla. La seguí hasta un paso de cebra en la que ella se dispuso a cruzar hacia el boulevard. Pensé en cruzarme con ella en el paso de cebra, algo casual. así que me puse al otro lado. Ella miraba al suelo. Los coches pasaban por encima de la velocidad permitida, como en todo el paseo de la castellana, y eso impedía ver con claridad quien estaba al otro lado de la calle. Pero ella me vio. Me miro fijamente. Con una cara que no se exactamente que sentimiento contenía ni cual me provocaba. parecía a punto de pronunciar una palabra.

Se dejo caer hacia delante justo en el momento que el autobús numero 27 pasaba por el paso de cebra.

Yo me quede petrificado.

El autobús pego un frenazo pero el cuerpo salio despedido hacia delante, al caer ví como seguía mirándome.

Recibí un puñetazo mental, de repente vinieron a mi mente cientos de argumentos de película, acusaciones, arrestos, condenas. Ví unas luces de policía y salí corriendo.

No sabia donde iba. No importaba. Solamente corría. Huía hacia delante.

Curt Covain


la historia me ha enganchado hasta el final, no se si es ficción o realidad (no conozco mucho de Kurt Covain), pero es realmente triste.

un saludo

Posted by: Sainthropee en: 6 de Julio 2007 a las 01:10 AM

Curt Covain es su autor; el texto y su autor nada tienen que ver con Kurt Kobain, lider del grupo Nirvana.

Posted by: Curt Covain en: 6 de Julio 2007 a las 10:26 AM

como se las debia gastar este en la cama...

Posted by: lembd en: 6 de Julio 2007 a las 03:18 PM

me he enganchado a la historia y no podia dejar de leer, ha sido muy buena.
Un saludo y mis felicitaciones al autor.

Posted by: elangeldelasmilvioletas en: 9 de Julio 2007 a las 01:38 AM

creo que es una de las mejores historias que he leído nunca.

Posted by: arder en: 4 de Febrero 2010 a las 05:00 AM

creo que es una de las mejores historias que he leído nunca.

Posted by: arder en: 4 de Febrero 2010 a las 05:01 AM

creo que es una de las mejores historias que he leído nunca.

Posted by: arder en: 4 de Febrero 2010 a las 05:07 AM Escribe un comentario









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